viernes, 16 de febrero de 2018

Jonathan Viera y la enésima ruptura romántica

Cuando hablamos de fidelidad a unos colores se nos vienen a la cabeza nombres como los de Francesco Totti, Ryan Giggs, Paul Scholes o Paolo Maldini, todos ellos jugadores que forman parte de la famosa lista de "one club men", hombres que dedicaron su carrera a un escudo y no conocen lo que es defender otra disciplina diferente a las que les vio nacer como profesionales, lo que les convierte en jugadores idolatrados en sus respectivas ciudades. 
Todos ellos tienen un mérito considerable y loable, gente con unos valores de club inmensos pero de los que no debemos olvidar que resultaron fieles a escudos que representaban a algunos de los clubes más imponentes del planeta, es por ello que cuando hablamos de fidelidad hacia un escudo mi mente suele apuntar por encima de todos ellos hacia un nombre, un único jugador con capacidad para triunfar en cualquier lugar del mundo pero que prefirió dedicarse en cuerpo y alma al modesto club que le vio nacer: Matt Le Tissier. 



Para algunos un ejemplo de falta de ambición, para otros un ejemplo de compromiso y fidelidad pocas veces visto. Personalmente lo considero el ejemplo perfecto de jugador que renunció a la gloria del fútbol de máximo nivel por triunfar y convertirse en ídolo del club de sus amores, el Southampton. Es el exponente de pasión por un club, ese mirlo blanco tan extraño de observar en nuestro fútbol actual, un fútbol dominado por las grandes élites que cada vez se encuentra más alejado de lo realmente importante, el aficionado.

Este fútbol comercializado hasta el máximo extremo ha provocado en los jugadores un desapego hacia sus clubes que cada vez resulta más preocupante, hoy en día ya es algo totalmente usual ver como chavales de 16 años abandonan sus casas y clubes para probar suerte en el gigante de turno, equipos elitistas que acaban provocando que gran parte de ellos se conviertan en juguetes rotos, adolescentes con sueños de grandeza que olvidan que son niños en proceso de aprendizaje y que no han asentado unas bases necesarias para dar el salto hacia el máximo nivel.

Dentro de este fútbol moderno lleno de controversia nos encontramos con el éxodo de futbolistas de máximo nivel a la liga china, una competición con poco atractivo competitivo pero con un poderío económico difícilmente igualable por la gran mayoría de conjuntos del viejo continente. Los casos de jugadores que se dejaron seducir por el dinero chino y pusieron rumbo a Asia son ya casi incontables. Los Tevez, Hulk, Paulinho, Jackson Martínez, Ramires o Óscar son solo algunos de los ya cuantiosos casos de futbolistas que emprendieron la aventura china en busca de engrosar sus cuentas bancarias en lugar de mantenerse en lo alto de la ola del mundo competitivo, algo que es totalmente aceptable y que debemos asumir en estos días en los que las palabras fútbol y mercado van de la mano.

Es aquí donde llegamos al caso de Jonathan Viera, un canterano canario que tras destacar en Las Palmas y convertirse en referencia del conjunto amarillo acabó probando fortuna en Valencia, Rayo Vallecano y Standard de Lieja. Su carrera parecía encontrarse lejos de lo que prometía, alejado de la titularidad en el conjunto ché y apartado de los focos en Bélgica acabó regresando a las islas para hacerlo por la puerta grande, erigiéndose de nuevo como máxima referencia de un club caracterizado por cuidar a la gente de la casa.

Esta historia de amor entre Viera y la UD Las Palmas comenzó a complicarse esta misma temporada, con el conjunto canario sumido en una situación deportiva delicada y viéndose metido de lleno en la pelea por la salvación. Entre tantas sombras que sobrevolaban el panorama de las islas, Jonathan Viera era una de las pocas luces del conjunto dirigido por Paco Jeméz, el mediapunta asumió la responsabilidad y no le pesó a la hora de convertirse en el foco del equipo y el hombre en torno al cual giraba todo el peso ofensivo y creativo del fútbol canario. A grandes rasgos, se podría decir que Viera era a la UD lo que Le Tissier al Southampton.

Pero esta historia de lucha y sacrificio por mantener la categoría liderada por un hombre de la casa acaba de sufrir un giro radical en los últimos días, de nuevo el fútbol moderno y los billetes chinos parecen dispuestos a romper un vínculo emocional y una pieza clave para el futuro de Las Palmas, el Beiging Guan se ha entrometido en los planes de Paco Jémez y parece dispuesto a llevarse a su gran estandarte a cambio de una cantidad cercana a los 25 millones de euros. Distintos medios apuntan que es cuestión de horas que el traspaso se haga oficial, lo que se convertiría en un mazazo gigantesco para los intereses deportivos del conjunto canario y una merma considerable en sus aspiraciones por mantener la categoría.

15 millones de euros en tres temporadas, esa es la cantidad que el fútbol chino le ha puesto encima de la mesa a un Jonathan Viera que asegura que debe pensar en su familia y que afirma que ahora mismo su cabeza es un lío. La marcha de Jonathan Viera al fútbol chino es tan comprensible desde el punto de vista de un jugador profesional que se asegura un futuro resuelto como desde la visión de un aficionado que ve como su referente abandona el barco en el momento más delicado, cuando su club de toda la vida hace aguas y amenaza con hundirse, el momento en el que más necesitan que su capitán achique agua junto a sus compañeros con el propósito de salvar al equipo de su tierra.

En todos los aspectos va a ser una decisión complicada y discutible, se entiende que un jugador de 29 años se aferre a un último gran contrato y no se arriesgue a perder la oportunidad pero también se debe comprender el romanticismo del aficionado que se siente traicionado. Ver a un chico de la casa abandonar el club en mitad de una temporada crítica, más cuando se trata de tu principal jugador, es un plato frío para todos los aficionados de Las Palmas, un episodio más de este fútbol moderno que complica la comunión entre grada y futbolistas y que enfría las pasiones por miedo a verlas cortadas de raíz.
Todo esto provoca que por desgracia cada vez nos quede más claro que el romanticismo brilla por su ausencia en el fútbol de hoy en día, nos tenemos que acostumbrar a que la mayoría de jugadores sean tratados como simple "mercancía", profesionales sin ningún tipo de vinculación con su afición y que ejercen dignamente su papel de profesionales alejándose del de héroes locales.

Jonathan Viera se encuentra en una encrucijada, dejarse seducir por el dinero chino o aceptar su rol de héroe local e intentar contribuir con su fantástico fútbol a la salvación del club que le vio crecer. Yo, un soñador con esperanzas de no perder del todo esa comunión entre futbolistas y aficionados, espero que el bueno de Viera sepa valorar lo que significa ser un referente e ídolo absoluto en su propia ciudad y lo que representa abandonar el barco en mitad de uno de los años más complicados para su entidad. De lo contrario, siempre le puede preguntar al bueno de Matt.

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