viernes, 4 de septiembre de 2009

El milagro de Berna

En el verano de 1954 se disputaba la quinta edición del campeonato Mundial de la FIFA, la sede elegida era Suiza que se disputaria con dieciséis selecciones que lucharían a muerte por conseguir la victoria.
Una de las participantes era Alemania, que once años después de la guerra mundial, trataba de reestructurarse social y moralmente, el equipo teutón tenía como director de orquesta al veterano técnico Sepp Herberger y cómo capitán y estrella principal al media punta Fritz Walter.



Durante los entrenamientos previos al Mundial, Herberger preparaba a sus jugadores de cara al gran campeonato, el torneo era una oportunidad para ilusionar al pueblo alemán y devolverle la esperanza tras unos años difíciles. Pero no lo tendrían nada sencillo quedando encuadrados en el grupo B junto a Turquía (verdugo de España en la clasificación), Corea del Sur y la todopoderosa Hungría de Puskas, Czibor, Hidegkuti, Bozsik o Kocsis.
Los magiares magicos eran los máximos favoritos y se presentaban al mundial tras cuatro años y medio invictos, como ganadores de los Juegos Olímpicos y practicando un fútbol espectacular.

La cosa empezó bien contra los Turcos; 4 a 1, el problema llegó frente a Hungría. Por aquella época y a pesar de ser un grupo de cuatro equipos, cada selección jugaba dos encuentros por sorteo, Herberger, sabedor de sus nulas posibilidades de ganar frente a los húngaros y de que Turquía ganaría a Corea con facilidad era consciente de que estaban abocados a un partido de desempate contra los otomanos para pasar de ronda.
Así que decidió alinear a los suplentes contra los húngaros, 8-3 fue el resultado. Hungría humilló a los alemanes que clamaban contra la táctica del técnico alemán.
A pesar de las críticas, Alemania pasó de ronda ganando a Turquía en el partido de desempate, la confianza alemana se vio reforzada y sendas victorias frente a Yugoslavia (2-0) y Austria (6-1)en cuartos y semifinales respectivamente, colocaron a Alemania en la gran final.
En el horizonte, de nuevo Hungría, que arrasaba en todas las apuestas tras el precedente de su enfrentamiento anterior.



Pero los alemanes contaban con algo que ni siquiera Hungría podría poseer.
Junto con la expedición alemana también viajó Adi Dessler, el bueno de Adi, era el creador de Adidas y por aquellos tiempos ya se dedicaba a mejorar el rendimiento de los jugadores a través del calzado deportivo.
Su nueva ocurrencia fue la creación de tacos atornillados en las botas de modo que se podrían intercambiar según las inclemencias del tiempo. Toda una revolución por aquel entonces.
La innovación fue acogida por entusiasmo por el entrenador alemán, que no dudo en pedir varios pares para el campeonato.

A pesar de la lluvia que había comenzado a caer incesantemente en Berna, nadie apostaba por Alemania.
Hungría, aún con Puskas renqueante por lesión, era demasiado potente como para perder esa final y así parecía plasmarse en el campo, pues en los ocho primeros minutos, Alemania ya perdía por dos a cero.
Pero quizá en este partido Alemania comenzó a ser la Alemania que conocemos hoy en día; incansable, competitiva, nadie en su sano juicio da por vencido a un alemán desde entonces y es que los teutones empataron antes del descanso, goles de Morlock y Heimut Rahn, (habitual suplente hasta ese encuentro).
Llegando con tablas al descanso, los húngaros se lanzaron al ataque, pero fue Rahn el que de nuevo daría la puntilla a los magiares y adelantando a los alemanes a falta de 6 minutos para el final del encuentro.
Con 3-2 a Puskas le anularon un gol legal por fuera de juego, lo que dejaría el resultado tal y como estaba, todos los elementos (climatológicos, arbitrales y futbolísticos) se habían alineado para que Alemania conquistara su primer mundial y llenara de orgullo a sus compatriotas.
Había nacido la leyenda del "Milagro de Berna", una de las mayores sorpresas de las finales mundialistas, que dejaron a uno de los grandes equipos de la historia sin englosar en ella.





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